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Sencillez y tradición en el pregón de Antonio Rivas

Ya hay quien ha definido el pregón de Antonio Rivas como “un pregón auténtico, nacido del corazón y de las vivencias y mostrando la Semana Santa del pregonero sin artificios ni postureo“, y lejos de caer en los tópicos, esta frase no hace más que resumir a la perfección el texto que Rivas declamó ayer en el Teatro Auditorio Riberas del Guadaíra.

Y es que, lo que el pregonero hizo ayer para anunciar nuestra Semana Santa no fue más que presentarse a sí mismo ante la Alcalá cofrade. Ya lo dejó bien claro en la introducción previa al propio pregón, una parte en la que rememoró un sinfín de detalles en los que Antonio resumía para lo que él ha sido la Semana Santa de Alcalá durante toda su vida: papelones de pescaito frito, ensaladilla y picos, su madre… vivencias y recuerdos de toda la vida que siempre vienen a la mente en estos días.

Con todo, Antonio presentó en el teatro un texto en el que la prosa se entremezclaba con versos, con la pecularidad de que todas las imágenes alcalareñas tuvieron sus palabras, y no haciéndolo por hermandades como suele ser más habitual. Asimismo, destacó en este aspecto los versos que dedicó a su Cristo del Amor, quizás de un calado más profundo que el resto del pregón.

“Que aunque mis ojos se nublen,
y aunque me tiemble la voz,
proclamaré al mundo entero,
que mi Dios es el Amor.”

Otros aspectos que podríamos destacar del pregón fue que no incluyó parte alguna dedicada a las cofradías de glorias, como sí es habitual en los últimos pregones de Semana Santa, o la inclusión de versos dedicados a la Asociación Parroquial del Cristo de San Miguel, futura agrupación de nuestra ciudad.

Así concluyó un pregón que duró algo más de una hora y cuarto y que dio el primer golpe de martillo en una semana que arranca carga de emociones ante lo que está por venir.