¿Misas sin Comunión? | Por Francisco Burgos
Ayer, los cristianos andaluces, nos vimos sorprendidos por la disparatada noticia de que a partir del domingo las misas tendrían que celebrarse sin la comunión. Y digo disparatada porque, sin dudar de la buena voluntad de nuestro presidente de la Junta de Andalucía, seguramente mal asesorado propone un esperpento, que supone, además, una herejía, puesto que no es posible la celebración pública de misas sin comunión. Y desde un punto de vista jurídico, vacía de contenido el derecho fundamental a la libertad religiosa y de culto, algo que podría ser no solo inconstitucional sino atentar contra los derechos humanos.
Seguramente lo hace en base a informes de índole sanitaria, que habría que ver cuál es su sustento. No soy médico, pero sí una persona formada, informada y con criterio. Si analizamos dicha decisión se parte de la premisa de que la base del contagio durante la celebración de una misa reside en dar la comunión, dado que considera la Junta de Andalucía que con las medidas de reducción del aforo y la distancia entre feligreses, es posible la celebración pública de las misas.
Miren, esto no se sostiene, ¿es que no han pensado en las medidas de higiene que se pueden aplicar para evitar el contagio durante la comunión? Como en todo en la vida debemos fijarnos en quienes lo hacen bien, para reproducir éxitos y no fracasos. Si miramos lo que ha ocurrido en Alemania, donde poco a poco se están abriendo los templos y comenzando las celebraciones de la misa, veremos que la Conferencia Episcopal Germana ha publicado una serie de recomendaciones específicas para la participación de los fieles en las celebraciones litúrgicas, con una serie de recomendaciones detalladas de higiene. En concreto, en lo que afecta a la Comunión establece lo siguiente:
1) Los sacristanes, equipados con mascarillas, deben limpiar los utensilios litúrgicos y secarlos con toallas de papel. El cáliz se llenará con guantes desechables.
2) El sacerdote y, si es necesario, el diácono se desinfectan las manos antes del ofertorio. Solo el sacerdote o el diácono toman las ofrendas y los vasos sagrados.
3) Se tapará cuando se pueda el cáliz y la patena, descubriéndolos durante la consagración.
4) Sigue sin realizarse el saludo de la paz.
5) La comunión se distribuye con una distancia apropiada. Si es necesario, las distancias se marcan en el suelo de la iglesia.
6) La comunión se distribuye sin un diálogo (“El Cuerpo de Cristo”-“Amén”). Si es necesario, el diálogo puede hablarse colectivamente al comienzo de la distribución de la comunión. La comunión se reparte a los fieles a una distancia apropiada, por ejemplo con pinzas, o los sacerdotes y ayudantes de la comunión llevan guantes.
7) La comunión no se da por la boca sino en la mano. 8) Los niños que no comulgan pero se acercan en este momento pueden ser bendecidos sin tocar. 9) Las pilas de agua bendita permanecen vacías.
Sabemos que el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella, está negociando con el Gobierno la desescalada de la Iglesia ante la pandemia del coronavirus. La Conferencia Episcopal Española, que integra a todos los Obispos, prepara un protocolo para las misas similar al de la iglesia germana.
Durante la misa, y más concretamente durante la comunión, los fieles pueden constatar que se adoptan las medidas higiénico-sanitarias. ¿Pueden hacerlo los consumidores cuando hacen un pedido de comida? No. Entonces, ¿por qué se pretende eliminar la comunión? Además, ante cualquier pedido recibido, sea de lo que sea, o simplemente las cartas. Todos los materiales han pasado por diferentes manos, y damos por hecho que se han adoptado todas las medidas habidas y por haber. ¿Por qué ese empecinamiento en pretender misas sin comunión, cuando pueden y deben adoptarse las debidas medidas higiénico-sanitarias?
Cuando se decide en base a criterios técnico-científicos, estos deben basarse en datos empíricos. De las 70 diócesis españolas, en 59 los Obispos al frente de las mismas decidieron suspender la celebración pública de las misas y 11 mantener el horario de misas. Y lo hacen, como Ordinario del lugar, pues a ellos como autoridad eclesiástica es a quienes compete tomar esas decisiones, siguiendo las recomendaciones de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, así como de la Conferencia Episcopal Española. Llevamos ya 46 días sin Comunión Sacramental en la mayor parte del territorio español, y durante este tiempo se han seguido produciendo contagios y demasiadas muertes por COVID-19. ¿Hay algún estudio estadístico que acredite que la tasa de contagios y de letalidad es mayor en las diócesis donde se han mantenido las Eucaristías? No. Es más, si lo hicieran, seguramente los resultados nos llevarían a la conclusión contraria.
Quienes no profesan la fe católica no pueden entender que la Eucaristía es la fuente, centro y culmen de la vida cristiana. El propio Jesucristo, en la Última Cena del Señor instituyó la Eucaristía, y nos dijo: “Haced esto en conmemoración mía”. Y la celebramos existencialmente tomando de ella la gracia que nos permite vivir en nuestra vida diaria conforme a lo que en ella celebramos; es lo que nos permite anunciar la fe, con nuestras palabras y con nuestras obras. Jesucristo, como nos dijo, está todos los días con nosotros hasta el fin de los tiempos, y lo hace en las Sagradas Especies Eucarísticas. Todas las obras de apostolado, todos los ministerios eclesiales y todos los sacramentos, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan, porque esta contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, al propio Cristo. En la comunión recibimos nuestro alimento espiritual.
Leí en el Huffington Post unas palabras de reproche, que considero desafortunadas, de mi admirado Padre Ángel García, dirigidas a quienes piden ir a misa: “Haceros voluntarios para repartir alimentos y medicinas”.
Mi respuesta no puede ser más simple: “¿Quiénes crees, Padre Ángel, que están repartiendo alimentos y medicinas? ¿Quiénes crees que están en las Cáritas Parroquiales, Arciprestales y Diocesanas atendiendo a los necesitados? ¿Quiénes crees que están desarrollando una admirable labor social desde las Hermandades?
No debemos confundir la Iglesia con una ONG. Hay diferentes ONG que hacen labores sociales que agradan al Señor. La Iglesia es mucho más, es la Casa del Señor, formamos el Cuerpo Místico de Cristo. Para los cristianos la Caridad no es dar limosna, sino la máxima expresión de Amor. Y en cada Parroquia existen diferentes Pastorales, todas importantes: Cáritas, Salud, Familia, Liturgia…como importantes son en las Parroquias las Hermandades. Y estas son conscientes de que sus objetivos principales son el culto a Dios a través de sus Titulares, dar formación católica a sus hermanos y actuar conforme al Evangelio. En ese actuar conforme al Evangelio se enmarca toda la labor social de la Iglesia, no como una ONG, sino como cristianos que desde el amor a Jesús practican la Caridad.
Los cristianos somos conscientes de que por la Gracia recibida en el Sacramento del Orden Sacerdotal, a través del celebrante se produce el milagro de la “Transustanciación”, y comulgamos sintiendo que esa Hostia Sagrada es nuestro alimento espiritual.
El Señor se quedó con nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar, en él está su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Nos espera pacientemente en los sagrarios, y desea que acudamos a él con nuestros problemas (siempre hace nuestra cruz más liviana, nos ayuda a sostenerla) y a contarle nuestras alegrías y darle GRACIAS. Y la máxima expresión de gracias a Cristo, por haberse inmolado en la Cruz para salvarnos, es adorarlo en el Santísimo Sacramento del Altar y recibirlo sacramentalmente en la comunión.
Quiero añadir, que debemos confiar en nuestros Pastores. A ellos y solo a ellos compete tomar las decisiones eclesiales en el ámbito competencial de sus respectivas diócesis; decisiones sin duda difíciles, en tiempos de incertidumbre, donde la curva de contagios y fallecidos puede variar en cualquier momento.
Francisco Burgos Becerra, adorador nocturno del Santísimo Sacramento.
Soy Graduado Social Diplomado, Licenciado en Ciencias del Trabajo y Máster Universitario en Gestión de Empresas Comerciales. Desde 1984 ejerzo mi vocación docente como Profesor Técnico de Formación Profesional, funcionario de carrera desde 1985.