Miguel Márquez – Te vieron pasar
Te vieron pasar. El ritual del Martes Santo se repite cada año, y te vieron pasar con el mismo dolor traspaso por la muerte del hijo. Te vieron pasar. Con el cielo por manto, vestida de sol tan sólo nublado por las lágrimas derramadas. Te vieron pasar. Dicen que era distinto tu paso, pero la belleza de tu rostro era la misma, la misma de aquel octubre del 87, cuando la gloria se hizo terrenal, para que fuera vista pasar cada Martes Santo.
Vieron pasar a tus hijos, los que visten a gala los colores franciscanos para alumbrar el humilde camino del Dios hecho hombre. Expira en la cruz, clavado de pies y manos, como el más odiado malhechor, y aún así, el último aliento que manda al cielo es para pedir perdón por aquellos que ponemos piedras al ejemplo cristiano. El eco de su dolor se confunde en el cielo con los vencejos al caer la tarde. Pero ahí están sus hijos penitentes, alumbrando su caminar. Cubriendo cada hueco del adoquinado con la cera de sus cirios para que el costalero camine recto, y que su dolor no vaya a más. No miras a tu pueblo, pero créeme Señor que todo y cuanto se vive ese día en Alcalá, es aliento de vida por ti.
Te vieron pasar. Dicen que caminabas rápido, que preguntabas a cada vecina del barrio si habían visto a tu hijo. Que llorabas con ellas y, ellas, sólo atinaban a darte gracias por todo y cuanto haces por ellas. Tu mirada al cielo derrotó a las nubes, que no pudieron aguantar el resplandor de tus ojos, y el sol, más que nunca, quiso iluminar tu camino hacia las puertas del cielo, que el Martes Santo están en Alcalá, en la casa de las siervas de la Madre Clara.
Te vieron pasar. Cada marcha era una oración y cada redoble de tambor, una palabra de cariño. Te vieron pasar. Cada vela fue una promesa y en cada clavel, un agradecimiento sincero. Te vieron pasar. En las campanas de tu peana, la risa de tus nuevos hijos y de los niños que aún están por venir para vivir bajo tu amparo. Te vieron pasar. Cada saeta era un te quiero que el mismo Dios mandó a la tierra para alabar a la que cada Martes Santo vuelve a decir “sÍ”. Te vieron pasar. En cada esquina de tu barrio, un ruego de salud para el año que viene volverte a ver pasar por su puerta. Te vieron pasar. Y la noche se hizo día, y la calma descontrol, y las tinieblas tornaron al blanco de tu pureza, y el azahar brotó, y el palio meció en alegría, y el dolor, el dolor ya no volvió.
Te vieron pasar, y me lo contaron. Y yo, que te veía a lo lejos entre tus nazarenos, que sólo veía la llama de devoción que es tu palio, pude sentir la pasión del Martes en los ojos de quien te vio pasar. Te vieron pasar, y vieron pasar la misma Gloria. Pues tus Angustias se tornan Gloria, para pasear cada Martes la humildad de María Inmaculada. Y así… te vieron pasar.
Miguel Ángel Márquez de la Costa.
Nazareno de Nuestra Señora de las Angustias.