La verdadera Cruz de Cristo vuelve a Alcalá
Texto y fotografías:
Juan Jorge García |
La Semana Santa de 2021 forma ya parte importante de la historia eclesiástica de Alcalá de Guadaíra. En efecto, el Miércoles Santo, día 31, la Antigua y Franciscana Sección de la Venerable Archicofradía Sacramental de Adoración Nocturna Española al Santísimo Sacramento, que también venera como Sagrados Titulares al Santísimo Cristo de la Vera Cruz y a Nuestra Señora Reina de los Ángeles, Consolación y Gracia del Género Humano, fue bendecida con la cesión de una las más importantes reliquias de la cristiandad: una astilla de la Santa Vera Cruz en la que murió para salvarnos Nuestro Señor Jesucristo en el primer Viernes Santo de la Historia.
Dicha sagrada reliquia, viene avalada con su correspondiente “Auténtica”, nombre que recibe la acreditación de autenticidad de la misma, y que, según las normas de la Iglesia, es imprescindible para que las reliquias puedan ser veneradas por los fieles. En el texto latino de ese documento se indica que fue extraída en 1742 del Santo Madero por monseñor Basilio Matranga, Arzobispo de Achrida (Bulgaria) desde 1726 a 1748, de quien aparece su escudo en el lacre que mantiene herméticamente cerrada la teca que contiene la sagrada astilla de la Santa Cruz. Esta teca es en realidad un medallón de pecho que pudo ser usado por el referido Arzobispo, pues conserva aún la argolla para la cadena de la que debía colgar.
Informado el Rvdo. D. Manuel Mª. Roldán Roses, Cura Párroco de Santiago el Mayor, parroquia en la que fue Erigida Canónicamente la adoración Nocturna en 1902 para toda Alcalá, y dada la cercanía de la fecha, siguiendo su sugerencia, se preparó todo para que el Lignum Crucis pudiera ser presentado el 2 de abril, Viernes Santo, el día más apropiado para ello, en el rito de la Adoración de la Cruz, dentro de los Sagrados Oficios de la Pasión del Señor, en dicho templo parroquial. De esta forma, cuando el celebrante pronunciara las palabras rituales: “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”, la respuesta de todo el pueblo fiel allí congregado: “Venid a adorarlo”, saldría desde los corazones, impulsada por la fe, con la seguridad de que estaban realmente ante la Cruz Santa en la que el Señor entregó su vida para salvarnos.
Así, antes de iniciar la celebración de la Pasión del Señor, el relicario, colocado provisionalmente en la resplandeciente custodia del Corpus, hasta que se haga un ostensorio definitivo, fue colocado por el sacerdote en el Monumento, al pie del Sagrario que contenía la Reserva del Jueves Santo. Llegado el momento, fue trasladado al centro del altar, para la Adoración de la Cruz, con la genuflexión propia de ese día Santo de la Pasión y Muerte del Redentor. Recordemos, no obstante, que todas las reliquias auténticas del Santo Lignum Crucis, repartidas por templos e iglesias del orbe católico, tienen reconocido por la Iglesia el culto de Latría (reservado solo a Dios) en grado relativo, por haber estado en contacto directo con el Sagrado Cuerpo del Redentor y haber sido impregnado de su Sagrada Sangre. Esto incluye varios privilegios: la genuflexión cuando está expuesto solemnemente, que se pueda impartir con él la bendición a los fieles, y que deba ser llevado con el paño de hombros y bajo palio, ambos de color rojo, si sale procesionalmente.
El culto a la Verdadera Cruz arranca de la peregrinación que Santa Elena, madre del emperador Constantino, realizó entre los años 327 y 328 a Tierra Santa. La milenaria tradición de la “Inventio Crucis” o Hallazgo de la Cruz, relata que la augusta dama, tras una intensa búsqueda, identificó el Monte Calvario y excavando en los cimientos de un templo pagano dedicado a Venus que el emperador Adriano había mandado edificar en él para apartar de allí a los seguidores de Jesús, encontró en el lugar de la crucifixión las tres cruces, teniendo una de ellas clavado el “Títulus crucis”, escrito en las tres lenguas que narran los evangelistas. Otras dos versiones, recogidas en la “Leyenda Dorada”, obra escrita por el dominico Santiago de la Vorágine en 1264, incluyen sendos milagros que sirvieron para confirmar cuál de las tres era la Cruz verdadera: una de estas versiones es la de un joven difunto, cuyo cadáver acercaron a las cruces, resucitando al rozar la verdadera; la otra es parecida: una mujer muy enferma, casi agonizante, fue acercada por Macario, entonces Obispo de Jerusalén para que tocara las cruces, quedando completamente curada al contacto de la auténtica, levantándose por sí sola alabando al Señor.
Aludíamos al principio de estas líneas a la Historia eclesiástica de Alcalá. Y lo hacíamos porque en el libro “Memorias históricas de la Villa de Alcalá de Guadaíra”, obra publicada en 1833 por el Rvdo. P. D. Leandro José de Flores, alude al Sagrado Leño relatando en presente, que “Hay … además de las fiestas ordinarias una extraordinaria el día de la Cruz con procesión…, con la reliquia del Santo Lignum Crucis que dicen donó un extranjero por su entierro…” Dicha reliquia, en el nefasto año de 1936 debió consumirse en el fuego que asoló los templos de Alcalá, junto con la práctica totalidad del riquísimo patrimonio religioso, devocional y artístico que atesoraban los mismos, fruto del esfuerzo y colaboración de todos los alcalareños a lo largo de los siglos, y del que, tristemente, se salvaron poquísimas piezas.
De la llegada a la ciudad del Santo Lignum Crucis se envió comunicación al Ilmo. Sr. Vicario General de la Archidiócesis de Sevilla. La Divina Providencia se ha servido de la Sección Adoradora alcalareña para que la ciudad pueda, de nuevo, venerar esta reliquia de la Santa Cruz de Cristo, y que por medio de ella reciba toda clase de bendiciones.