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La Parroquia de Santiago peregrina a los lugares de Santa Teresa

La Comunidad Parroquial de Santiago, tal y como estaba previsto en el Plan de Acción parroquial, peregrinó el pasado fin de semana a los lugares de Santa Teresa de Jesús, para ganar el jubileo concedido en el Año del V Centenario del nacimiento de la gran Santa y Doctora de la Iglesia.

En efecto, la expedición partió de Alcalá en la tarde del viernes 27 para, recorriendo Extremadura, llegar a la bellísima ciudad de Ávila ya de noche, con lo que la primera visión que tuvimos de la misma, fue la de una sorprendente villa amurallada, de la que sobresalían torres y espadañas de iglesias y conventos, todas iluminadas en una esplendente visión nocturna, causando una gratísima impresión a todos. Destacaba sobre todas ellas la de la catedral dedicada al Salvador. Durante el viaje, D. Manuel Mª. Roldán Roses, el párroco, fue poniéndonos en antecedentes de los principales hitos de la vida de la Santa así como de los pormenores de su muerte y de los varios traslados que sufrió su cuerpo, ya que, al morir en olor de santidad, fueron muchas las Comunidades y localidades que quisieron tenerlo, o una reliquia del mismo, en un Siglo de Oro español en el que tuvo tanta importancia este tema para los católicos.

El alojamiento fue en el Seminario, perfectamente adaptado para acoger este tipo de grupos, en el que coincidimos con otros que viajaron hasta allí con la misma finalidad.

El sábado se dedicó íntegramente, según el programa, a visitar la ciudad de Ávila, comenzando, tras el rezo de Laudes y el desayuno, por un paseo a través de sus hermosas calles. En una de ellas el que suscribe entró en una pequeña capilla, que resultó ser la recogida ermita de Nuestra Señora de las Nieves, en cuyo pequeño recinto estaba expuesto el Santísimo Sacramento, lo que produjo una gran alegría en este adorador nocturno, que tuvo así ocasión de saludar al Señor. Según los datos que aparecen en la guía de la ciudad, esta pequeña capilla fue construida en el siglo XV sobre el solar que ocupó la principal sinagoga de la misma. Su arquitectura parece algo más tardía, pues presenta un único espacio cuadrangular, de planta de cruz griega, cubierto por una bóveda de crucería apuntada, bastante simple, con fuerte nervadura. Dicho recinto, ocupado en aquel momento por varias personas en meditación ante Cristo Sacramentado, emanaba una gran paz y serenidad, aunque estaba situado en la zona de bullicio del abundante turismo que visita la ciudad.

La llegada a la plaza de la Catedral causó la esperada sorpresa ante el bello monumento. Catedral, que, como la inmensa mayoría de todas las españolas, es producto de varios siglos de construcción, y así lo denotan los perfiles de los diferentes edificios que, adosándose unos a otros conforman la impresionante mole. En este caso, se accede a ella por una lonja delimitada por columnas bajas sobremontadas por leones agazapados, que quedan unidas por las tradicionales cadenas denotando lo sagrado de aquel espacio y la jurisdicción  del Cabildo Catedral. Allí nos hicimos una de las fotografías de grupo, casi al pie de la fuerte mole de la única torre campanario que adorna la fachada principal.

Ya en el interior de la misma, causó sensación el bellísimo Trascoro, situado como es costumbre en las catedrales españolas en la nave central de las tres que posee el recinto. Tallado en piedra blanca, en estilo ya Renacentista, Plateresco por sus minuciosos motivos de “candelieri” y otros muy característicos, fue encargado por el Cabildo en 1531 a Juan Rodríguez y a Lucas Giraldo, que acertaron plenamente en la majestuosa composición compartimentada en tres grandes cuadrados con magníficos altorrelieves, perfectamente reconocibles por su iconografía: la Presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén, la Adoración de los Reyes, y el Martirio de los Inocentes; estas grandes escenas están separadas por finas pilastras cajeadas que dejan entre ellas espacios rectangulares, ocupados en su parte baja por otros dos relieves cuadrangulares: La huída a Egipto y Jesús Niño entre los doctores de la ley; la parte superior la ocupan dos tondos  con el Abrazo de San José y Santa Ana (que simboliza la Concepción de la Virgen) y la Visitación de María a su Prima Isabel. Sobre todo el conjunto corre una franja horizontal ocupada por pequeños recuadros con apóstoles y santos. Se remata el conjunto con una bella crestería en piedra calada, algunos de cuyos motivos recuerdan a los de las rejas de la Capilla Mayor y Coro de nuestra Catedral de Sevilla. Igualmente fantástica y majestuosa la sillería del coro en el interior del mismo.

Causó también sensación entre los asistentes toda la cabecera, realizada en piedra jaspeada, que le da un cálido aspecto polícromo. Y, qué decir del magnífico retablo mayor, que alberga 24 tablas pictóricas de importantes maestros del renacimiento, como son: Pedro Berruguete, Santa Cruz y Juan de Borgoña, enmarcadas todas ellas entre motivos tardogóticos, que combinan a la perfección con columnas ya talladas en el nuevo estilo. Las pinturas, dedicadas en su mayor parte a la vida de Cristo, rodean a la principal, en el segundo cuerpo de la calle central: la Transfiguración, ya que, la Catedral está dedicada al Salvador. El trasaltar, en la girola, sigue las mismas características que el trascoro, en piedra blanca tallada en altorrelieve, destacando las grandes figuras de los cuatro evangelistas, cada uno  acompañado con su correspondiente símbolo del tetramorfos: el león, el águila, el ángel y el toro.

En el museo catedralicio, imposible destacar aquí todas las valiosas obras de arte que posee, causó admiración la custodia procesional de plata, de las llamadas “de asiento”, de 1,70 m de altura, labrada por Juan de Arfe en el siglo XVI, también de estilo renacentista, y en uno de cuyos cuerpos, como no podía ser de otra forma se representa la transfiguración del Señor.

Al salir al Claustro, muchos de los integrantes pasaron a ver la tumba del recordado presidente de la Transición, D. Adolfo Suárez, para salir de nuevo a la calle, seguir por el lateral de la catedral, contemplar la puerta norte llamada de los Apóstoles, gótica del siglo XIII, que estuvo en la fachada principal siendo luego trasladada aquí en el XV, cuyo nombre recibe de los apóstoles colocados en la base de las arquivoltas apuntadas, recamadas de doseletes con imaginería. El riquísimo tímpano ojival está presidido por una “almendra” con Cristo Pantocrátor, entre otras muchas escenas. Salimos por la puerta de la muralla, contemplando el fortificado y almenado ábside que sobresale de la misma, integrado en ella. Allí, en unos momentos de descanso (de todo hay que disfrutar), se hizo una breve parada para un refrigerio en un local adosado al fuerte muro, donde pudimos degustar uno de los vinos de la tierra.

Siguiendo por el exterior de la muralla llegamos a la cercana iglesia de San Vicente, otra de las muchas joyas de esta ciudad, en la que nos impresionó su bella galería exterior claustrada, y sobre todo su maravilloso pórtico, con cinco arquivoltas semicirculares, ricamente retalladas en piedra. Se organiza esta portada con un esquema similar al del Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela: los apóstoles en las columnas del abocinamiento de la misma, y en la columna central del parteluz, Cristo en majestad, sentado; en las jambas laterales, también sentados, mirando al Señor, San Pedro y San Pablo. Sobre los tres, a modo de capitel muy sobresaliente, los símbolos evangélicos del tetramorfos.

De la gran cantidad de obras de arte que podríamos destacar de este templo nos conformaremos con la elegancia de sus tres naves, altas y elegantes, cubiertas con bóvedas de crucería; su cimborrio central, con bóveda protogótica estrellada; y con el curioso sepulcro exento de los Santos Niños mártires, los hermanos Vicente, Sabina y Cristeta, cubierto con un espléndido baldaquino rematado por un chapitel piramidal escamado, estando considerado como el mejor sepulcro protogótico de toda España.
Había llegado el momento de encaminarse al Convento de la Encarnación, donde se celebró la Santa Misa. Este Monasterio, fundado el 4 de abril de 1515, cuya fecha pudo coincidir con el bautismo de Santa Teresa, guarda mucha relación con ella, ya que entre estas paredes vivió la joven monja carmelita durante 27 años, desde su ingreso en el mismo en 1535  hasta 1562 en que salió para comenzar su reforma.

Tras la comida siguió la visita con el Convento de San José, el primero que fundó la Madre Teresa, para su nueva orden de Carmelitas Descalzas. De única nave, con capillas intercomunicadas entre sí, es de paredes austeras, como pretendía la santa con su reforma del Carmelo, teniendo como única concesión la piedra jaspeada de las bóvedas. Posteriormente se ha ido enriqueciendo con el paso de los siglos con magníficos retablos, destacando la imagen de San José en la hornacina central del retablo Mayor, con el Niño Jesús. Como curiosidad, anotemos que puede ser éste el único San José que haya recibido el privilegio de la Coronación Canónica, por lo que luce, al igual que el Niño, corona en su cabeza. Entre otras muchas cosas puede contemplarse en el museo el primitivo ataúd que guardó los restos de Santa Teresa.

Como la tarde avanzaba, siguió la visita por el exterior de la muralla, concretamente por el Paseo del Rastro, para entrar de nuevo y llegar a la Plaza de Santa Teresa, delantera del convento llamado de la Santa, perteneciente a los padres Carmelitas Descalzos, edificado sobre las que pudieron ser las casas de su familia; los Cepeda y Ahumada. Por ello, aquí se visita la habitación donde nació nuestra santa. Su retablo Mayor está presidido por una composición poco habitual: la santa arrodillada entre la Virgen María y San José. Tras visitar algunas dependencias, al salir a la calle pudimos contemplar… ¡Una procesión! Efectivamente, desde hace varios años se ha recuperado en Ávila esta procesión cuaresmal, en cuyo único paso va colocada Santa Teresa arrodillada ante el Cristo Flagelado atado a la columna, fruto de una de sus mayores devociones. Acompañaba una banda avulense, cuyos magníficos sonidos evocaban otras tan cercanas a nosotros como la del Cristo de las Tres Caídas de Triana.

Y tras un breve paseo por las céntricas calles, con sus monumentos plenos de iluminación nocturna, volvimos a la residencia para la cena y el descanso. El domingo empezó como el sábado, con el rezo de laudes a las ocho y media de la mañana en la capilla del seminario. Tras el desayuno nos encaminamos a Alba de Tormes etapa final y principal de nuestro viaje. Allí tras pasar por el centro de visitantes junto a la Torre de los Duques de Alba, sellar la Credencial de las Huellas (acreditación del peregrino) y hacernos otra foto de grupo, se visitó la iglesia parroquial de San Pedro reedificada en 1577 por D. Fadrique Álvarez de Toledo, en estilo ya bastante clásico, con grandes pilastras que separan las tres naves y bóveda de media naranja en el crucero, (todos sus techos pintados de azul) conservándose la portada gótica primitiva en el muro lateral de la epístola. Como curiosidad cuenta con una hermosa y monumental escalera de acceso al coro alto, en cuyo arranque de la balaustrada campea la figurilla de un arcángel. Pero lo más destacable es la Sagrada y antiquísima imagen del Cristo de la Salud, datable en el siglo XVI, aunque de trazas más antiguas, de gran devoción en la villa, colocado en el presbiterio para recibir los cultos cuaresmales.

Sin demora, pasamos al Monasterio de la Anunciación, fundado por Santa Teresa en 1571 a instancias de los Duques, y lugar donde murió la santa en 1582. Fue una visita muy emotiva, ya que se recorrió el museo, con muchos y artísticos recuerdos de la historia de la Santa Andariega y de los siglos posteriores a ella hasta nuestros días, incluida la celda donde murió. Pero lo más importante de todo fue el Camarín superior, donde tras una fuerte reja, se custodia el sepulcro, de bronce y mármol verde jaspeado, coronado por dos angelotes en mármol blanco que portan una flecha de punta llameante, en alusión al famosos Éxtasis, y una corona de flores, en alusión a su virginidad. A ambos lados, en la hornacina, sobre dos repisones, los relicarios del corazón y el brazo incorruptos. Ya hemos mencionado al principio los avatares por los que pasó su cuerpo tras su muerte y las disputas que surgieron por tenerlo dada su fama de santidad. Actualmente, una mano está en el Convento de Ronda y un pie en el Vaticano, guardándose el resto en este lugar.

Como curiosidad anotar que el sepulcro consta de diez llaves, repartidas entre diversas autoridades de la Orden, en grupos de tres, estando la décima en poder de S. M. el Rey de España. Grande fue la emoción del que suscribe al encontrarse ante los restos de la gran Santa y Doctora, que fue desde la fundación de la Sección de Adoración Nocturna de Alcalá en 1902, la primera titular de la misma, condición que sigue ostentando hoy día.

Muy emotiva fue también la misa del peregrino, que concelebró nuestro párroco, D. Manuel, ante el gran retablo mayor, que alberga en su hornacina central el sepulcro de la santa, que, como queda dicho, se puede visitar desde el Camarín alto. Terminada la misa, meta de nuestro viaje, se realizó otra foto de grupo en las escalinatas del presbiterio.

Seguidamente nos dirigimos al restaurante para la comida, donde coincidimos con la peregrinación organizada por la Parroquia de San Agustín, al frente de la cual iban sus sacerdotes, con gran alegría por parte de ambos grupos, al haber numerosos conocidos entre ambos.

Y de la ciudad del río Tormes a la del río Guadaíra. Unas jornadas intensas, de gran vivencia espiritual, de convivencia, de gozo también de los sentidos por la gran cantidad de arte visualizado. Gracias a nuestro párroco por la iniciativa de haber realizado esta peregrinación, con el deseo de que continuemos fomentando la convivencia entre todos los que formamos y pertenecemos a la Parroquia de Santiago.