La cordura aprendida – La crónica 2013
Quizás pesaba aún demasiado en la memoria el Martes Santo de 2012. Quizás hasta la esperanza, esa que dicen nunca debe perderse, nos había abandonando hace días debido a las malas predicciones meteorológicas. Pero un Martes Santo es un día glorioso con lluvia o sin ella, porque el día cobra sentido, no al mirar al cielo, sino al mirar tu mirada, Angustias.
Desde la semana anterior parecía ser el día más claro en cuanto a lo meteorológico. Parece broma, “el día más claro”, y es que las predicciones no auguraban nada bueno, por tercer año consecutivo, para ese Martes glorioso en el que todo un pueblo es del Perdón, del barrio alto del Instituto.
Todo preparado: toda la ilusión, la sarga negra planchada con mimo, el cíngulo morado con los nudos franciscanos, esos que nos enseñaron a hacer una vez nuestras hermanas clarisas en una de nuestras tantas al Convento, la papeleta, las sandalias negras…
La agonía de la vida eterna. El Hijo del Padre crucificado. El Perdón entregado en vida con la muerte. La sangre hecha clavel derramada por un pueblo incomprensible.
La Angustia hecha dulzura en su cara, la Madre bella bajo palio encerrada. Coronada de amor por un barrio y perfumada con él mismo. Azahar, azahar que brotó el Lunes Santo ansioso con la espera del día esperado hasta por los naranjos.
Todo preparado.
Todo preparado, menos el cielo, y la esperanza, esperanza que si había se esfumó al conocer las previsiones para la tarde en aquella reunión que ningún miembro de junta quiere tener con sus hermanos en el día grande de su Hermandad. Las frías paredes de un viejo salón parroquial, donde de pequeño vivía la inocencia de las clases de catequesis de 1ª comunión y donde las tardes volaban en los ensayos del coro de la Parroquia, acogieron la corta pero eterna reunión en la que mi propia mano alzada sería parte de la decisión de dejar en casa a la Hermandad que inunda cada rincón del corazón. Decisión asumida la de que la lluvia estuviera presente un nuevo Martes Santo. Lo más duro de asumir, tener en tus manos la decisión de no salir.
Pero la decisión se hizo más llevadera al ver el mar de personas que acompañaron a Nuestros Titulares en nuestra Parroquia, y más aún cuando camino al Convento, pues aún sin salir la visita era “obligada”, la lluvia se hacía presente en nuestra ciudad. Decisión dura, pero más que acertada. La Hermandad no podía faltar a su cita como cualquier Martes Santo. El Himno de nuestra Hermandad sonó entre los muros de ese Convento que guarda tanta parte de nuestra historia. Tres años sin ver a su Cristo, al de su Hermandad, como ellas dicen con tanto orgullo.
Quizás no, pesaba mucho en la memoria el Martes Santo de 2012, aunque mucho de lo sacado de él fuera incluso fructífero, pero en la calle o en la Parroquia, con lluvia o sin ella, Martes Santo o cualquier día del año, Ellos nunca serán una decisión difícil, y el cariño de sus hermanos harán de cada Martes Santo, sea como sea, un Martes glorioso.
A mis hermanos del Perdón
Miguel Ángel Márquez de la Costa
Nazareno de Nta. Sra. de las Angustias