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Dos devociones, una misma Madre: Cuando la Virgen de la Oliva pernoctó en el Águila


El sueño de muchos era fácil de entender y sencillo de captar, en la Hermandad, éstos, más de una vez habían mencionado su momento inolvidable de ver a sus dos Madres frente a frente, probablemente D. José Luis Portillo fuera uno de ellos. El sueño quedaba lejos por entonces, y nadie se imaginaba que el final podría llegar a ser tan perfecto.

El sueño comenzaba el sábado, cuando los últimos rayos del sol se proyectaban en la torre de San Agustín, la Virgen de la Oliva salía triunfante de la Parroquia. Antes de salir sonó la Salve en su honor, el coro de la Hermandad del Rocío no quiso dejar de participar en esta histórica efeméride y le hizo a la Virgen su particular regalo, tal y como hacen cada Domingo de Ramos. Era el momento de avanzar hacia el centro de la ciudad en dos días que quedarán para la posteridad. Por el camino había que seguir escribiendo la historia, ya que si cada Domingo de Ramos, Oliva y Soledad se encuentran frente a frente, esta vez tocaba situarlas más cerca que nunca. La titular de la Borriquita, tras ser recibida por la representación de la Hermandad del Viernes Santo, se adentró en la Capilla del Santo Entierro para situarse frente a la Soledad. No cabe olvidar la ofrenda floral realizada por la Hermandad del Rosario, quien recibió a la Virgen con representación corporativa en su casa de hermandad.

Había que continuar y tomar rápidamente la calle Mairena para cruzar la Plazuela, para alcanzar un recorrido desconocido para la Virgen de la Oliva, ya que Ella nunca había llegado más allá de la Plaza de Cervantes, la cual, esta vez, si cruzó. Alcalá y Ortí, El Derribo y cuesta de Santa María, la gloria estaba cerca, y poco a poco, con el tesón de todos aquellos que quisieron ser partícipes de un momento histórico para la cofradía de San Agustín, se fue alcanzando. El Santuario de la Patrona repleto de cofrades: hermanos de la Hermandad, hermanos de la Virgen del Águila, alcalareños, y también, de la centena de niños de comunión que desde San Agustín quisieron acompañar a su Virgen.

La historia se había escrito, o mejor dicho, comenzaba a escribirse. Aún sin ser conscientes de nada, la Virgen de la Oliva penetró en el Santuario y se dispuso frente a frente a la Patrona: Dos devociones, una misma Madre. Vicente Romero, hermano mayor de la Virgen del Águila, Germán Terrón, hermano mayor de la Borriquita, y Antonio Guerra, párroco de San Agustín y director espiritual de la Borriquita, pusieron las palabras a un momento difícil de narrar. Y con éstas, todos tuvieron que partir. La Virgen de la Oliva había dejado al Señor de la Bondad lejos, en la otra punta de Alcalá, y ahora, en el Santuario, tenía mucho que hablar con la Madre más alcalareña, tenían que quedarse a solas.

Llegó el día grande, llegó la hora del adiós…
El sol despuntó pronto por la ventana de los hermanos de la Borriquita, rápidamente había que volver al Santuario y rendirle pleitesía a la verdadera Madre que habita en el cielo. La Eucaristía en acción de gracias sirvió para agradecer, valga la redundancia, todo el esfuerzo que la Hermandad de la Patrona ha realizado en los últimos días para que todo le saliera bien a la Borriquita. Desde que a primeros de mayo Palacio aprobara la salida, la Hermandad del Águila se puso a su entera disposición para colaborar y poner su granito de arena en un hito para el mundo cofrade de Alcalá. Desde los ensayos con la singular estructura montada por el Águila, hasta el incesante goteo de hermanos de San Agustín que, como si de una mudanza se tratara, coparon el Santuario de insignias, dalmáticas de acólitos o piezas del ajuar de la Virgen.

Pero todo sueño tiene un final, y éste llegó a las ocho de la tarde. Como el día anterior, Germán Terrón, Vicente Romero y Antonio Guerra volvieron a tomar la palabra antes de que la procesión de vuelta, con la cruz de guía y la Agrupación Musical Santísimo Cristo de la Bondad a la cabeza, comenzara a discurrir en busca del otro barrio de San Agustín.

La Virgen de la Oliva lucía magnífica en el paso de la Patrona. Muchos incluso decían que más bella que nunca. Para la procesión de vuelta había sido completamente cambiada, en otro gran acto de proeza y esfuerzo, y portaba su manto blanco, la saya bordada, un nuevo tocado, y entre otras piezas, el nuevo broche regalado por la Agrupación Parroquial del Rosario de Santiago. Tocaba partir definitivamente, una salida milimetrada por el arco ojival empezaba a poner el broche de oro del primer gran acto del cincuentenario de la Hermandad. A los sones de ‘Encarnación Coronada’, y con una vuelta para encarar por última vez a las dos Vírgenes, el adiós se había certificado. Por delante quedaban cerca de cuatro horas en los que las marchas se sucedieron una tras otra, en las que las estampas inolvidables se iban a imprimir en lo más hondo de la memoria, en los que muchos pudieron redescubrir a la Virgen de la Oliva, horas en los que el grupo joven de la Hermandad quiso hacer el mayor regalo de corazón que un hijo pudiera hacer, regalando una magnífica petalá mientras que su titular avanzaba por la calle cuyo nombre no hacía más que recordar a lo que había dejado atrás en el Santuario… Águila, siempre Águila.

Cerca de las doce de la noche la Virgen alcanzaba de nuevo la Parroquia de San Agustín. El patio parroquial abarrotado como si de un Domingo de Ramos más se tratara, pero no, aquí el Hijo esperaba en la capilla, solo, y no siendo recriminado por ningún torpe fariseo. Y llegó el último regalo de la inolvidable noche: la Agrupación del Cristo de la Bondad interpretó su marcha, la dedicada a su Virgen, ‘Las lágrimas de María’ sonaron como nunca lo han hecho y pusieron la última nota musical.

En octubre serán ellos los que vuelven a acariciar el suave metal para convertirse en la undécima trabajadera. Mientras llega ese glorioso día, imaginémosno la charla que dejaron a medias en una noche de agosto y que en pleno mes de mayo, pudieron volver a retomar las dos devociones de tantísimos hermanos de la Borriquita.