Costaleros con alma de barrio, con alma de Caridad – Crónicas 2014
Se la debía, a quien me lo pidió y a quienes siempre me trataron allí como si estuviera en mi casa. A quien me permitió vivir la salida desde dentro, y a quienes respondieron a todas mis preguntas cuando quise saber más de lo que debía. En definitiva, se la debía a esos locos de Pablo VI que hoy han contagiado, como si de una epidemia se tratara, su enfermedad no solo a todo un barrio, sino a toda Alcalá.
Todavía hace menos de un mes, pero ya todo está almacenado en la eternidad. Como para cualquier cuadrilla de costaleros, para los del Soberano Poder la estación de penitencia comienza temprano. Algo más de dos horas antes, ante la Madre que cuida de ese paisaje de casitas bajas que pueblan el barrio, allí se da la primera levantá metafórica para la cuadrilla. Con la voz siempre sensible y de pellizco de Jaime, ‘Mito’, el capataz, así se arenga a un centenar de hombres que ya saben cómo se hacen las cosas. Y lo demuestran, no solo lo saben.
Antes de preparar sus herramientas de trabajo –el costal y la faja- toca reconocer a base de aplausos el trabajo de todo un año, y el previo de la propia salida procesional, a los chavales de la banda del Señor del Soberano Poder. Una Agrupación que va a más, y que ha conseguido con el trabajo, el tesón y el esfuerzo formar una dualidad, una pareja, o un binomio –pónganle el nombre que prefieran- cuasi perfecta. Difícil de imaginar, a día de hoy, a la una sin la otra.
Y ya dentro de la parroquia, las primeras emociones de, ¿cuántas, cientos quizás? Un hermano mayor que se estrena en el cargo y llama emocionado al paso del Señor; un hermano que mira hacia Él, le pide, y llora; la levantá del pregonero de la Semana Santa, delegado del Miércoles Santo, y quien tanto apoyó a los de Pablo VI en su intención de ingresar en el día; la llamada de María José Gravalosa, presidenta del Consejo, en su última Semana Santa al frente de la institución; la dedicatoria al grupo joven de la Hermandad al final de Pilar de Zaragoza; y más lágrimas de emoción, y, y, y… tantas y tantas levantás, miradas, palabras de aliento, aplausos saetas…
Pero, ¿y lo del alma de Caridad? “Si es que no nos podíamos olvidar de ella”, decía Jaime en la Plazuela. Esta gente está acostumbrada a sorprendernos, y lo consiguen, año tras año lo consiguen. Se desprenden de todo tipo de velos y se muestran tal y como son. Desde el primero y hasta el último.
¿Y qué hicieron este año?, cantar la salve de la Virgen de la Caridad, con una adaptación de la marcha dedicada a Ella, para despedirse de la Plazuela –tras una chicotá de ensueño-. Ni más, ni menos.
Habrá a quien le guste más o le guste menos, e incluso a quien critique con vehemencia las formas, pero sin lugar a dudas, estamos ante una cuadrilla con alma de barrio y con alma de Caridad.
Fco. Javier Baños
Periodista cofrade, que vivió una mágica tarde de Miércoles Santo junto a los costaleros del Soberano