“Para que el joven sea capaz de mantener la fe, debe formarse”
Leila Albóniga es una de las Vírgenes Consagradas que acompaña al grupo de las 90 chicas argentinas que llegaron desde Argentina para participar primero en los ‘Días en la Diócesis’ y después en las Jornadas Mundiales de la Juventud. Vivaz, alegre, dispuesta a escuchar y a ayudar en todo lo que se le requiere, atiende a Alcalá Nazarena en el último día que pasará en Alcalá. Con miedo a no cumplir la palabra que le hemos dado desde el primer día de formalizar un encuentro en el que poder intercambiar distintos puntos de vista de la Iglesia, nos trasladamos hacia el Colegio Salesianos, donde se ha hospedado junto a 13 chicas, y allí nos cuenta, entre otras cosas, la capacidad con la que ve a la juventud de aguantar el peso de la Iglesia.
-JMJ: ¿Cuál es su labor dentro de este grupo de chicas provenientes de Argentina?
-Leila Albóniga: Pues en principio somos acompañantes. Somos un grupo de consagradas que nos llamamos servidoras, que tenemos el colegio Etcheberry Boneo y que trajimos para participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud. Pero también ha venido con nosotros otro grupo que viene de otra provincia, de San Luis, del colegio Aleluya.
-JMJ: ¿Estáis en contacto con ellas durante todo el año?
-L. A: En este momento yo estoy en Roma estudiando, pero las demás sí están trabajando en el colegio. Yo fui encargada de estas mismas chicas hace dos años en el colegio antes de irme de Roma.
-JMJ: ¿Se puede llegar a aprender de un grupo de chicas más jóvenes que una misma?, ¿pueden aportar algo en su vida?
-L. A.: Se aprende sobre todo la alegría de la vida, el entusiasmo, lo que la juventud transmite. La gente que se rodea de jóvenes, si están abiertos, mantienen su propia juventud, las propias ganas, la alegría. Aunque seas un “viejito”, estando en contacto con los jóvenes eres un viejo joven. Aunque claro, no es la única forma de llegar a serlo, encontrando tu vocación y siendo feliz con ella, y estando enamorando de quien elegís para vivir para siempre, en el caso nuestro que somos consagradas, somos jóvenes, pero cualquiera puede ser joven con la alegría. Además, que esa es una idea que impera mucho en América, allí la juventud es muy muy alegre y siempre es entusiasta.
-JMJ: Precisamente, esa idea de la juventud alegre la hemos podido comprobar durante todos estos días, pero también lo que comenta sobre la capacidad de ser joven aun siendo anciano concuerda con una de las respuestas que una de las chicas nos daba en la primera entrevista al respecto del ser joven. ¿La sociedad argentina es más alegre por naturaleza que la española, o es que la idea de la alegría por bandera se inculca desde que nacen los niños?
-L.A: No, no sé si es como un lema en la sociedad argentina. Creo que es una experiencia que se va extendiendo por la familia, intuyendo que con la alegría se puede seguir siendo joven. Yo por ejemplo sí lo digo por mi experiencia. Mi mamá tiene 70 años, sigue siendo docente, siempre trató con niños y su espíritu es muy juvenil. En otros casos se puede decir que se llegó a los 70, se pierde la alegría, el entusiasmo, las ganas de bailar, la risa… Entonces creo que quien intenta palpar la verdad de la vida siempre empieza a buscarla a través de un valor como es la alegría.
-JMJ: Ya hemos hablado de lo que ellas le aportan, ¿pero qué pretende enseñarle a ellas o quiere que aprendan de usted?
-L. A: Nuestro objetivo en la vida como carisma es darle a Jesús. El Padre Etcheberry decía que las servidoras tienen que ser como un torero, tenemos que atraer al toro y en el momento que el toro está a nuestro lado, movernos para que el animal vaya dónde queremos. Entonces tenemos que atraer a los jóvenes, a las personas, pero no para que se queden con nosotras, sino que lleguen a Jesús. Nuestra tarea aquí es ayudarlas a vivir esta experiencia sanamente, haciéndonos cargo de cualquier dificultad que tengan y haciéndoles ir hacia el verdadero objetivo que es Jesucristo.
Pero no podemos quedarnos tampoco en que la experiencia sea únicamente en el plano humano y material. Un millón de jóvenes de todo el mundo reunidos es una realidad, pero la verdad más profunda es la Iglesia, es Jesucristo, el Papa que lo representa en la Tierra. Queremos que se alcance el sentido más profundo que es el sobrenatural.
-JMJ: El sábado pudimos ver en Santa Clara una serie de diapositivas y proyecciones que explicaban cómo Santa Clara de Asís y San Francisco de Asís sintieron la llamada de Dios, y se dedicaron a Él plenamente. ¿Ve eso posible hoy día?
-L. A.: El santo es una obra de Dios, estos grandes santos a lo largo de 2000 años de Cristianismo, Dios nunca dejó de hacer esas grandes obras que son los santos. Así como fue Clara, Francisco, pues hace poco existió Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, o Chiara Luce, que es una chica de 18 años recientemente beatizada.
Dios nunca va a dejar de darnos santos, cualquiera de estas chicas, de estos jóvenes que nos juntemos en Madrid, yo misma, tú (en referencia al entrevistador) puede sentir la llamada de Dios.
-JMJ: Pero quizás la juventud hoy día, si lo sintiera, tendería a esquivar esa llamada por temor a ser rechazado, ¿no?
-L. A.: Sí, claro. Pero se necesita también un corazón dispuesto para aceptar que Dios quiere hacer una obra grande en tu vida y para dejarle que haga. Es cierto que el mundo joven de hoy tiene mucho miedo, sobre todo lo veo en la juventud europea, conozco a las chicas de Argentina y a las chicas de Roma y me doy cuenta que tienen terror a ser madres, a casarse o a terminar la carrera. Las condiciones que vivimos hoy día materiales y sociales hace que el joven tenga miedo, pero hay que aplacar eso y creo que Dios le va a dar la gracia a quien llama, y a quien lo haga, seguro que tendrá el corazón necesario.
-JMJ: Antonio Guerra, párroco de San Agustín, nos comentaba en su entrevista que el mensaje de la Iglesia no podía cambiarse, porque éste sólo era uno. Entonces, ¿de qué forma se puede atraer a la juventud?
-L. A.: El mensaje sólo es uno, y la verdad sólo una. No podemos inventarnos nuevos mensajes según la moda, no podemos aceptar cosas que el mundo quiera tener como valor, que son ídolos y que no son Dios. Así que es es cierto, doctrinalmente, el mensaje es uno. Podemos cambiar el cómo transmitirlo, la pedagogía, eso sí es verdad, pero sobretodo nosotros mismos debemos convertirnos y ser cristianos: ser valientes porque somos cristianos, ser felices porque somos cristianos, alegres, personas comprometidas con el mundo, así como con la Eucaristía y la oración. Nadie va a transmitir un Cristo vivo si no vive en el mundo con los hombres de hoy. Debe ser un hombre más, pero que vive a Cristo en su propio cuerpo. El ser define la atracción que uno pueda tener para el mensaje que quiere dar.
-JMJ: ¿Pero la Iglesia puede fallar a la hora de no convivir con el hombre de hoy?
-L. A.: ¡Sin duda! La Iglesia es santa porque el Espíritu la funda, la inspira y la mantiene viva. La misericordia de Dios la sigue manteniendo a pesar de tantas barbaridades, a pesar de tantos pecados y tantas incoherencias que todos los cristianos hacemos, desde el superior, como pastor, del que es muy grave cualquier error o incoherencia, y hace mucho daño por la figura que tiene, como pastor debe orientarnos, no escandalizarnos. Pero él es humano, todos somos humanos y todos tenemos fallas de salud, fallas psicológicas. No siempre todo es moral, y también hay que juzgar quién erra por maldad o por la mera capacidad humana de cometer el fallo.
Dios Misercordioso nos ama y confía pese a que no merecemos nada, desde que está en la cruz. ¿Qué merecimiento teníamos de que se sacrificara por nosotros hasta la muerte?
-JMJ: “Creo en Dios pero no en la Iglesia”, ¿eso es válido?, ¿se puede llegar a entender?
-L. A.: Comprendo lo que la gente quiere decir generalmente, pero entiendo que se debe a una ignorancia, a una inmadurez en la fe. No se comprende qué es la Iglesia, ni la obra de Dios, ni la presencia de Dios en el mundo. Se cree que Dios es un ser barbudo, independiente y que vive mirando a la Tierra en su eternidad y que la Iglesia es una asociación como un club en la que se reúnen hombres. En definitiva, quien tiene esa idea posee una fe que no se formó y que no ha madurado. Si pudiéramos transmitir nuestra eclesiología más popular se entendería mejor el sentido de la Iglesia.
Después, también eso es para quien quiera entender qué es la Iglesia, quien no quiere hacerlo porque está cerrado, por malas experiencias o por pura ideología, no va a cambiar su pensamiento, porque por mucho que explicamos qué es la Iglesia no cambiarán nunca su opinión.
A veces esto viene por el tema de la confesión ya que decimos: “no, yo me confieso directamente con Dios, ¿qué tengo que contarle al cura?”, y esto no se divide, el sacramento va junto al cura, junto al hombre.
-JMJ: Pero sin embargo, sí hay muchos que piensan que el misionero, que el encargado de Cáritas que da de comer al pobre, que ellos sí son Iglesia.
-L. A.: Quizás no entienden la evolución histórica de la Iglesia, cómo ella a lo largo de la historia fue uniéndose a la cultura. Y es que la propia Iglesia es cultura, los Papas, la gente que la forma, junto a lo Divino, forman la cultura de un pueblo, todos los ritos en las celebraciones religiosas son cultura de un pueblo.
-JMJ: Volviendo a la juventud, ¿está la Iglesia en buenas manos para el futuro con estos jóvenes?
-L. A.: Yo confío en Dios, que hasta ahora ha sido capaz de mantener a su Iglesia. ¿Qué época histórica no se ha visto sacudida por el miedo o no tuvo conflictos como para decir que era una juventud más capacitada para llevar adelante a la Iglesia? La historia del hombre es bastante repetitiva en un sentido, siempre el joven de hoy parece más débil, más adolescente, más inmaduro y puede tener un montón de características que nos hagan pensar que son malas manos. Sin embargo no lo creo así, ya que el joven de hoy día tiene una mente más abierta, tiene más medios,y con la asistencia del Espíritu Santo debe ser capaz de tener fe, querer a la vida, porque, ¿cuántos jóvenes de los que van a ir a las Jornadas piensan seriamente qué hacer con su vida? Casarse, consagrar su vida al Señor, formar una familia… Todas las épocas tienen sus desafíos, pero también sus grandes valores que mejoran a otras.
-JMJ: Quizás esta sociedad no creyente y los ataques continuos que sufre el joven que sí cree puede hacer que la misma juventud refuerce sus valores y crea aún más en Dios.
-L. A.: Sin duda, sólo hay que recurrir al famoso “sepan dar razón de su esperanza”. Para vivir en el mundo de hoy que el cristianismo está perseguido en muchos lugares, de un modo o de otro, es fundamental formarnos, y los que somos grandes debemos formarnos para ayudar a los que son más jóvenes. La formación nos debe servir para dar razón de nuestras creencias, ya que somos capaces de rezar, cantar, pero cuando hay que defender la fe delante de un senado, de un aula, delante de médicos, no eres capaz de defenderla porque no estás formado. Para que el joven de hoy se mantenga en la fe, hay que seguir formándose.
-JMJ: Y cambiando de tema, ¿ha encontrado muchas diferencias a la hora de celebrar la Eucaristía entre la juventud española y la argentina?
-L. A.: Bueno, primero decir que no podemos generalizar a la hora de ver a un grupo. Nosotras no vamos a poder a generalizar al ver lo que hemos visto en Alcalá, y en nuestro caso hay que tener en cuenta que venimos de un colegio religioso. Pero sí es cierto que en la liturgia juvenil hay muchas diferencias, los cantos son muy distintos, y vosotros tenéis muy marcado algo que es muy lindo y que estamos descubriendo ahora al ir a sus templos, como es la Pasión, desde Jesús entrando en Jerusalén en adelante, pero sobre todo en la parte dolorosa, la vemos mucho más meditada, más profunda. De hecho, los grandes santos españoles como Santa Teresa insistieron en la meditación en el dolor de Cristo, y eso ustedes lo manifestáis a la hora de meditar frente a las tallas. Argentina por ejemplo no tiene esa misma intensidad, es una Iglesia más joven, con una tradición menos profunda.
Pero como decía hay que tener en cuenta que las niñas vienen de un colegio religioso, donde tienen catequesis, donde van a misa a diario, y que tienen sus propias canciones que cantan según el momento litúrgico y según sus propias edades.
Aun así, la riqueza que tenemos debería servirnos para complementarnos, coger lo mejor de cada uno y enriquecernos compartiendo nuestras distintas costumbres.
-JMJ: Por último, ¿qué se lleva de Sevilla?
-L. A.: Primero, mucha gratitud, de parte de toda la ciudad, de un pueblo abierto que lo da todo, de las familias que acogieron, de los sacerdotes que organizaron, de los jóvenes que estaban en la coordinación que estaban en una y otra cosa. Se ha visto el esfuerzo y tanto trabajo ha dado sus frutos. Hemos notado la calidez y calidad humana que nos habéis ofrecido, los acogidos hemos notado la buena onda que hace tantísimo bien.
Hemos visto los valores del Evangelio encarnados en ustedes, todos fueron un testimonio del Evangelio, más allá de la buena organización, eso es algo material, pero lo más importante ha sido el testimonio que habéis dado de familia, bondad humana y religión. Hemos compartido la fe, el amor a la Virgen.
Y con este mensaje claro y sencillo de gratitud que se repetirá por todas las chicas argentinas concluye una charla muy gratificante en la que se ha analizado de qué forma la juventud cristiana, a la que Leila tan bien conoce, puede engrandecer una Iglesia muy viva.