Un Rocío de Luz | Por Ada Pereira
Por Ada Pereira Segura
Un Rocío de Luz. De luz verdadera. La que sale en la forma más pura del corazón de todos los rocieros.
Nunca imaginé vivir un Rocío de esta forma tan especial. Mas he de decir, que también es bonito.
Llega el mes de mayo y mi pueblo se alborota por llegar haciendo camino al lugar de los sueños. Ese lugar donde lo malo se deja atrás, donde abundan los buenos recuerdos, las risas y también afloran las penas. Donde solo existen corazones nobles que trabajan todo un año solo por verla a ella. La semana de la fe, de los reencuentros y de los momentos más bellos.
Llega a Alcalá de Guadaira un martes que no es cualquiera. Despierta con cohetes que pintan el cielo y una misa llena de buenos romeros. Rezo del “ángelus” frente al castillo y unos vivas en forma de Águila Coronada. Emprendemos camino dejando atrás el pueblo, y todo el que allí se queda, que bien sabes madre mía lo que eso cuesta. A partir de ahí son muchos los momentos vividos, imposibles de olvidar. La barca de Coria, el cruce del Quema, ese río que tanto lleva en su corriente, donde Alcalá te reza cantando y llorando por nunca dejar de verte. La raya real, ese lugar especial en el que tanto se queda, para muchos el sitio de sus sueños, para otros, el lugar que al menos una vez en la vida debería pisar. Y llegamos a la aldea, allí todo lo que ocurre es mágico, todo en torno a ella, presentación, cante, baile, misa pontifical, y ese rosario bendito en el que una a una las hermandades te saludan esperando aquel famoso grito.
Dime qué tienes madre, que aún no logro a entender cómo puedes llegar a tantos corazones. Dime qué tienes madre, que todavía me sorprendo cuando te tengo de frente y no puedo parar de mirarte. Dime qué tienes madre, que siendo causa de nuestra alegría veo tantos corazones rotos.
Esa noche, no se puede expresar con palabras, pues ya lo dice la canción, lo que siente un rociero solo la Virgen lo sabe.
Presenta Alcalá levantando a hombros a Don Antonio, rezando a compás y gritando los vivas con más ganas que nunca. Ese es el momento de dar las gracias por todo lo vivido, y pedir que nos de salud para verla un año más. Vuelven las risas y las lágrimas, pero ahí, siempre es de alegría.
Ese lunes, pasada la emoción, nuestra hermandad vuelve a tomar camino para encontrarnos de nuevo con los nuestros. El camino de vuelta, duro y especial. Bonito y sentido. Poco a poco nos alejamos de la aldea dejando huellas. Pensando en todos los momentos vividos y soñando con un nuevo camino.
Llegamos a Alcalá y el pueblo nos recibe, acompañando a nuestra carreta hasta San Agustín, lugar donde todo se queda guardado. Últimas palabras y última foto de hermandad. Si Dios quiere, hasta el año que viene Madre.
Este año, nuestro Rocío está lleno de fe, de amor y devoción que afloran más que nunca.
Un Rocío de Luz. De luz verdadera. La que sale en la forma más pura del corazón de todos los rocieros.
¡Viva la Virgen del Rocío!