La luz se erige como protagonista en el pregón de Manuel Seda
Del sol radiante y luminoso de la salida de la Borriquita a la espesa madrugada que recorre la cofradía de Jesús. Ese ha sido el guión ejecutado por Manuel Antonio Seda para pregonar a la Semana Santa de Alcalá a tan solo una semana del domingo glorioso. Un pregón en el que Manuel ha sabido conjugar sus vivencias alcalareñas con aquellas otras aprendidas en Sevilla, y un texto que le ha servido para reivindicar sus altas dosis de “alcalareñismo”.
Sólo unos pocos minutos pasan de la una de la tarde cuando Manuel Antonio Seda, quien antes había estado marcando con el pie el compás de ‘Margot’ -la marcha elegida por él para el pregón-, se subía al atril del Riberas del Guadaíra tras la presentación por parte de Carlos Osorio. Antes de comenzar, se dejan bajo el atril sendos elementos, uno de ellos, la medalla de la Hermandad de Jesús, pilar siempre presente en el pregón.
Aclarando que él iba a pregonar a una Semana Santa clásica, Seda Hermosín relató uno tras otro todos aquellos momentos que convierten a todas y cada una de las cofradías de nuestra ciudad en parte fundamental y pieza clave en la semana de pasión, puntualizando, eso sí, que la Cuaresma comienza con la resurrección de Cristo, con las “desarmás” de los pasos y con las salidas de las hermandades de gloria. Partiendo de aquí el hilo argumental del pregón que iría de la luz del mediodía al alba de Jesús pasando por los atardeceres del Rosario, Divina Misericordia o Soberano Poder, así como los anocheceres y penumbras del Perdón, la Amargura o Santo Entirro.
Tampoco quiso olvidarse de su familia, y en especial de su madre, hospitalizada en la última semana y que ayer hubo de escuchar a su hijo desde una lejana habitación. A ella, Manuel le debe mucho dentro del mundo cofrade, desde ser la que se esmeraba en el planchado del pecherín blanco e inmaculado con el que le restaba seriedad al negro de la túnica de Jesús, a esas madrugadas de Viernes Santo en las que se preocupaba por saber cómo iba su hijo en la fila. Asimismo, también tuvieron su dedicatoria su mujer, su hijo -a quien agradeció ser el primero en preguntarle cada Lunes Santo cómo había terminado tras la estación con las Penas de San Vicente- y su hija, a la que también le mostró su gratitud por encontrarse con él en una cita no escrita cada Lunes Santo.
Los mensajes de fe, a la que el pregonero considera fundamental en las cofradías, fueron también otras de las constantes durante el pregón. Aunque no más presentes que el recuerdo en torno a la Hermandad de Jesús Nazareno, presente en todo momento durante la hora y media que duró la disertación, y al que Manuel le dedicaría los versos más bellos de todo el pregón y de los que más emocionaron al público asistente en el Teatro Riberas del Guadaíra.
Aunque otro de los momentos más intensos de la mañana se vivió ya en los últimos versos del texto, en los que el pregonero repasó una a una a todas las hermandades de Alcalá para terminar confesando haber escrito el pregón repleto de miedo, recuerdos y nudos de la garganta, para terminar ofreciéndolo con su palabra desnuda a todos los alcalareños.
Sin duda, estamos ante un pregón de alguien que ha sabido conjugar sus sentimientos y todo lo que ha aprendido de cuantos aquellos con los que se citó para preparar algunas partes del pregón, y que ha llevado a los cofrades la impaciencia por disfrutar de lo que ha de venir.
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