‘Con sus ojos’ – Por Santiago Navarro Navarro de la Fuente
En los últimos días, la Agrupación Parroquial del Rosario de Santiago ha dado a conocer a sus hermanos, y a través de un cabildo general extraordinario, varios detalles de la ejecución de la talla de María Santísima de la Trinidad. Primeros datos que han venido a informar que la Virgen se bendecirá el 26 de mayo de 2013, que el autor será Edwin González (quien ya tallara al Señor de la Divina Misericordia) o que la ubicación de la Virgen en la Parroquia de Santiago será el retablo más cercano a la puerta del templo, en la llamada nave del Evangelio.
Pero sirvan estos datos de pequeña introducción a un artículo publicado en el boletín informativo elaborado por la cofradía y en el que el vicepresidente 1º, Santiago Navarro de la Fuente, explica cuáles han sido las motivaciones de su junta de gobierno para la inclusión de una dolorosa entre los titulares de la Agrupación. Un texto maravilloso con el que se disipan una buena cantidad de dudas o con el que se responden muchas de esas preguntas hechas al aíre cuando la de Santiago hacía público que incluirían a la Virgen de la Trinidad como titular de la Agrupación. Sin más, le dejamos el texto a continuación.
“Recitar el Rosario, en efecto, es en realidad contemplar con María el rostro de Cristo”
Beato Juan Pablo II, Carta Encíclica Rosarium Virginis Mariae
Cuando comenzamos a plantearnos con seriedad la creación de la sección penitencial de nuestra hermandad para la tarde del Sábado Santo, defendimos –defendí con ahínco en mi caso- que esta hermandad no tendría una imagen dolorosa de la Virgen, y que sólo en la imagen de la Virgen del Rosario centraríamos nuestra devoción. Reconsiderar este punto ha supuesto para nosotros –también para mí a nivel personal- un esfuerzo de reflexión y de oración que quisiera compartir con todos.
En primer lugar, nuestra sección penitencial, desde la llegada del Señor se ha demostrado no sólo posible, sino espiritualmente muy buena, sobre todo porque supone la posibilidad de compartir en hermandad el tiempo fuerte de la Cuaresma y la Pascua que es el centro de la vida cristiana. La sección penitencial no es, por tanto, una dimensión baladí de nuestra Hermandad, sino que la completa haciendo posible una espiritualidad cristiana mucho más total. Junto al Señor de la Misericordia hacemos estación de penitencia, rezamos y reflexionamos ese pilar central del nuestra fe que viene a ser casi nuestro lema: me amó y se entregó por mí (Gál. 2, 20). Pero nosotros somos esencialmente marianos. Hemos nacido y crecido bajo el manto de la Virgen Santísima, en su amor y devoción. Somos “los niños del Rosario”. ¿Cómo vamos a vivir nuestra cuaresma, nuestra Semana Santa, nuestro Sábado Santo sin María?
Si con el rosario, en la caricia de sus cuentas, hemos aprendido a querer a la Virgen, ¿cómo podríamos prescindir de ella en nuestra sección penitencial? Se trataba de un problema de coherencia, y empezaban a surgir preguntas incómodas y profundas: ¿Depende nuestra devoción a la Virgen de una imagen concreta, aún cuando sea a través de ella como todo ha surgido y donde tengamos puesta la cúspide de nuestros anhelos? ¿Podríamos defender nuestra devoción mariana sin tener presente a través de una imagen –como forma parte de nuestra cultura- a la Santísima Virgen cuando vivimos la Pascua? Si el rosario es contemplar a Cristo con María, está claro que no sería muy coherente nuestra devoción mariana si al vivir con el Señor los misterios centrales de la fe no lo hacemos de la mano de la Virgen Santísima.
No se trababa solo de una imagen de la Virgen, sino de una reflexión sobre la naturaleza de nuestra devoción a la Madre del Señor. Para contemplar al Señor de la Divina Misericordia, hacía falta buscar los ojos dolorosos de su Madre, que es la nuestra. Y surgía la segunda cuestión. ¿Afectaría una imagen dolorosa a la devoción a la Virgen del Rosario? Y la respuesta vino al hacerme la pregunta a nivel personal. ¿Afectaría a mi devoción por la Señora? Soy devoto de otras imágenes marianas, y no por ello quiero menos a Nuestra Madre. Llegué entonces a la conclusión de que una nueva imagen de María dolorosa no sólo suponía una muestra de coherencia con nuestra espiritualidad mariana original, sino que en nada perjudicaría a la devoción a la Virgen del Rosario porque ninguno de los que la queremos vamos a dejar de hacerlo.
Y un tercer valor, el espiritual. ¡Qué grande fue quien dijo que María no sólo era nuestra Madre, sino también nuestra hermana! ¿Qué pensaría María esa tarde de Sábado Santo mientras el cadáver de su Hijo estaba en el sepulcro? ¿No estaría confundida entre su confianza en Dios y la certeza humana de haber visto morir a Cristo? Esas horas amargas por las que pasó la convierten en nuestra modelo de fe, en alguien capaz de comprendernos cuando atravesamos las oscuridades de la vida –que existen- y en una Madre y una Reina que humanamente ha disfrutado como nosotros y también ha sufrido como nosotros, alguien que nos ha precedido en la fe en el Señor. María, no sólo es nuestra Madre, como cristianos es también nuestra hermana. Por eso es María de la Trinidad, porque es Hija del Padre y hermana Nuestra, Madre del Hijo y Madre Nuestra, Instrumento del Espíritu y Modelo nuestro.
La hermandad espera la imagen de la Virgen de la Trinidad con la ilusión de meditar junto a Ella los momentos dolorosos de la vida. “Los niños del Rosario” miraremos al Señor de la Misericordia con los ojos dolorosos de María de la Trinidad. La devoción a María está en nuestra carta de naturaleza, y así debe manifestarse también en nuestros cultos penitenciales. Tener como titular a la Virgen Dolorosa era un replanteamiento necesario, suponía corregir nuestro propio proyecto, pero se trata de una responsabilidad histórica. Es ahora, como Agrupación Parroquial, cuando debemos abordar esta cuestión, que supone un compromiso con nuestro futuro. Los titulares son lo primero que debe definir una hermandad, y ahora es el momento adecuado de nuestra historia para completar nuestros titulares de la sección penitencial, aunque ello haya exigido replantear –os aseguro que con profundidad y presencia de Dios- nuestros proyectos iniciales.